viernes, 4 de febrero de 2011

Pueblos vecinos, pueblos distintos

Los pueblos Yukpa y Barí viven en la Sierra de Perijá y sus alrededores, tanto dentro de los límites de Colombia como dentro de los límites de Venezuela. Son pueblos que viven uno al lado del otro, son pueblos geográficamente cercanos.

Aunque a un extraño no le parezca, son culturalmente muy distintos, aún cuando tengan prácticas cotidianas de vivir muy semejantes e, incluso, tradiciones que, desde fuera de cada uno de los pueblos, no puedan ser percibidas como distintas.

Lo de las prácticas similares e, incluso comunes, es fácil de explicarlo. Los barí, desde antes de la conquista vivían en Perijá a donde habían llegado hace muchos siglos después de un largo tiempo y un largo camino desde Centro América de donde provienen como pueblo chibcha y desde el centro de Colombia donde los chibchas hicieron importantes asentamientos.   

Dentro del territorio de Venezuela los Barí ocuparon la zona alta y la zona baja de la Sierra de Perijá.

Los Barí que se establecieron en la zona alta de la Sierra, formaron poblaciones que han estado aisladas y alejadas de conquistadores, colonizadores, misioneros y criollos y cercanas a los Barí colombianos que, como ya hemos visto fueron comunidades impenetrables hasta 1960. En consecuencia estas comunidades de la parte alta han sufrido menos la acción aculturadora de los blancos y se han mantenido, hasta hace pocos años, culturalmente menos influenciados.

Los Barí que se asentaron en comunidades en la parte baja, durante el tiempo de la conquista y la colonia, fueron forzados a aceptar muchas prácticas occidentales impuestas, primero, por conquistadores y colonizadores a pesar de la resistencia Barí y, segundo, por los misioneros capuchinos cuando con su llegada a las tierras de Perijá en el siglo XVIII, los Barí fueron reducidos a vivir, casi durante un siglo, en comunidades pacificadas dirigidas y protegidas por los misioneros.

Los Yukpa llegaron a Perijá en Venezuela en el siglo XVI, huyendo de los conquistadores que los desalojaron de las costas donde vivían junto con otros grupos de la familia Caribe de la que proceden. Nunca fueron reducidos, pues nunca guerrearon contra conquistadores y colonizadores como sí lo hicieron los Barí. 


Por eso a los Barí se les conocía con el nombre de motilones fieros y a los Yukpa con el nombre de  motilones mansos. 

Pero, tanto los Yukpa como los Barí de la zona baja, padecieron el mismo impacto aculturador por parte de los mismos conquistadores, los mismos colonizadores y los mismos misioneros capuchinos. Y, también, después de la Independencia de Venezuela, de los mismos funcionarios de los sucesivos gobiernos republicanos, de los extranjeros que rodeaban e invadían los territorios ancestrales indios del pueblo Barí y del pueblo Yukpa para asentar sus latifundios y las explotaciones mineras.

No es de extrañar, en consecuencia, que muchas prácticas sean similares pues tienen un mismo origen en la misma fuente aculturadora y, también, en el necesario intercambio entre ambos pueblos asentados en territorios tan cercanos.

Tampoco debe extrañarnos la coincidencia en tradiciones que, vistas desde fuera, son percibidas por los externos casi como idénticas. En la vida larga de los pueblos originarios de América, ha habido muchas migraciones de un lado a otro, intercambios necesarios amistosos y de lucha, que han permitido la apropiación por parte de unos pueblos  de  tradiciones de otros. Y también entre los pueblos indios y, mucho más, si los pueblos viven uno al lado del otro, como es el caso del pueblo Yukpa y del pueblo Barí.

Y no sólo las tradiciones se modifican en el intercambio entre los pueblos, sino también los significados profundos culturales de cada pueblo, pues todas las culturas, como afirma Alejandro Moreno (citado por López, 2010), han sufrido “modificaciones y renovaciones con la integración de nuevos significados en procesos lentos y continuados”. Ninguna cultura de ningún pueblo existe hoy en estado originariamente puro.


Pero ni la identidad de prácticas, ni la semejanza de tradiciones, ni siquiera la modificación progresiva de los nudos de significados culturales profundos implican que las culturas no sean distintas.

En tradiciones similares e incluso en prácticas iguales el sentido profundo de la cultura e identidad de cada pueblo es distinto. Ya hemos afirmado que la cultura, entendida como trama de significado profundo de cada pueblo, se origina en el mundo de vida, en el sentido de vida, en la vividuría de cada pueblo (dentro de la cual están también los intercambios con otros pueblos).

Los significados culturales de cada pueblo se manifiestan, aunque no sólo, en mitos, tradiciones ancestrales, prácticas cotidianas, costumbres milenarias… Pero la cultura, aunque viaja en mitos, tradiciones, costumbres y prácticas, con mucha permanencia en el tiempo algunas y otras más flexibles y cambiantes, no se identifican con ellas. Más bien, la cultura las llena de sentido desde dentro del mundo de vida propio y distinto de cada pueblo.

 

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