martes, 29 de marzo de 2011

Las Mujeres Barí decimos nuestra palabra

Las Mujeres Yukpa decimos nuestra palabra

Periódico Institucional primer trimestres 2011

Música Tradicional del Pueblo Yukpa

Periódico Institucional cuarto trimestre 2010

Periódico Institucional Tercer Trimestre 2010

Periodico institucional tercer trimeste 2010
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Centro de Referencia Yukpa Tinakoa

viernes, 4 de febrero de 2011

Pueblos vecinos, pueblos distintos

Los pueblos Yukpa y Barí viven en la Sierra de Perijá y sus alrededores, tanto dentro de los límites de Colombia como dentro de los límites de Venezuela. Son pueblos que viven uno al lado del otro, son pueblos geográficamente cercanos.

Aunque a un extraño no le parezca, son culturalmente muy distintos, aún cuando tengan prácticas cotidianas de vivir muy semejantes e, incluso, tradiciones que, desde fuera de cada uno de los pueblos, no puedan ser percibidas como distintas.

Lo de las prácticas similares e, incluso comunes, es fácil de explicarlo. Los barí, desde antes de la conquista vivían en Perijá a donde habían llegado hace muchos siglos después de un largo tiempo y un largo camino desde Centro América de donde provienen como pueblo chibcha y desde el centro de Colombia donde los chibchas hicieron importantes asentamientos.   

Dentro del territorio de Venezuela los Barí ocuparon la zona alta y la zona baja de la Sierra de Perijá.

Los Barí que se establecieron en la zona alta de la Sierra, formaron poblaciones que han estado aisladas y alejadas de conquistadores, colonizadores, misioneros y criollos y cercanas a los Barí colombianos que, como ya hemos visto fueron comunidades impenetrables hasta 1960. En consecuencia estas comunidades de la parte alta han sufrido menos la acción aculturadora de los blancos y se han mantenido, hasta hace pocos años, culturalmente menos influenciados.

Los Barí que se asentaron en comunidades en la parte baja, durante el tiempo de la conquista y la colonia, fueron forzados a aceptar muchas prácticas occidentales impuestas, primero, por conquistadores y colonizadores a pesar de la resistencia Barí y, segundo, por los misioneros capuchinos cuando con su llegada a las tierras de Perijá en el siglo XVIII, los Barí fueron reducidos a vivir, casi durante un siglo, en comunidades pacificadas dirigidas y protegidas por los misioneros.

Los Yukpa llegaron a Perijá en Venezuela en el siglo XVI, huyendo de los conquistadores que los desalojaron de las costas donde vivían junto con otros grupos de la familia Caribe de la que proceden. Nunca fueron reducidos, pues nunca guerrearon contra conquistadores y colonizadores como sí lo hicieron los Barí. 


Por eso a los Barí se les conocía con el nombre de motilones fieros y a los Yukpa con el nombre de  motilones mansos. 

Pero, tanto los Yukpa como los Barí de la zona baja, padecieron el mismo impacto aculturador por parte de los mismos conquistadores, los mismos colonizadores y los mismos misioneros capuchinos. Y, también, después de la Independencia de Venezuela, de los mismos funcionarios de los sucesivos gobiernos republicanos, de los extranjeros que rodeaban e invadían los territorios ancestrales indios del pueblo Barí y del pueblo Yukpa para asentar sus latifundios y las explotaciones mineras.

No es de extrañar, en consecuencia, que muchas prácticas sean similares pues tienen un mismo origen en la misma fuente aculturadora y, también, en el necesario intercambio entre ambos pueblos asentados en territorios tan cercanos.

Tampoco debe extrañarnos la coincidencia en tradiciones que, vistas desde fuera, son percibidas por los externos casi como idénticas. En la vida larga de los pueblos originarios de América, ha habido muchas migraciones de un lado a otro, intercambios necesarios amistosos y de lucha, que han permitido la apropiación por parte de unos pueblos  de  tradiciones de otros. Y también entre los pueblos indios y, mucho más, si los pueblos viven uno al lado del otro, como es el caso del pueblo Yukpa y del pueblo Barí.

Y no sólo las tradiciones se modifican en el intercambio entre los pueblos, sino también los significados profundos culturales de cada pueblo, pues todas las culturas, como afirma Alejandro Moreno (citado por López, 2010), han sufrido “modificaciones y renovaciones con la integración de nuevos significados en procesos lentos y continuados”. Ninguna cultura de ningún pueblo existe hoy en estado originariamente puro.


Pero ni la identidad de prácticas, ni la semejanza de tradiciones, ni siquiera la modificación progresiva de los nudos de significados culturales profundos implican que las culturas no sean distintas.

En tradiciones similares e incluso en prácticas iguales el sentido profundo de la cultura e identidad de cada pueblo es distinto. Ya hemos afirmado que la cultura, entendida como trama de significado profundo de cada pueblo, se origina en el mundo de vida, en el sentido de vida, en la vividuría de cada pueblo (dentro de la cual están también los intercambios con otros pueblos).

Los significados culturales de cada pueblo se manifiestan, aunque no sólo, en mitos, tradiciones ancestrales, prácticas cotidianas, costumbres milenarias… Pero la cultura, aunque viaja en mitos, tradiciones, costumbres y prácticas, con mucha permanencia en el tiempo algunas y otras más flexibles y cambiantes, no se identifican con ellas. Más bien, la cultura las llena de sentido desde dentro del mundo de vida propio y distinto de cada pueblo.

 

Los Yukpa de Perijá


Los indígenas Yukpa venezolanos, de acuerdo a datos recopilados por ACP (2010) entre los indígenas yukpa, están distribuidos en 108 comunidades, agrupadas  alrededor de seis centros de referencia (Tokuko, Kasmera, Toromo, Shirapta, Aroy y Tinakoa), en las que viven aproximadamente 6.169 indígenas pertenecientes a 1.463 grupos familiares.

Estas comunidades se agrupan alrededor de seis centros de referencia (Tokuko, Kasmera, Toromo, Shirapta, Aroy y Tinakoa).

Se entiende por centros de referencia agrupaciones de comunidades alrededor de una más importante, más poblada, con mayores servicios (electricidad, transporte público, escuelas, ambulatorios entre otros) y que sirve de referencia a todas las demás que le son adyacentes. Como centro de unidad, donde hay un cacique principal al que pueden recurrir los caciques de menor jerarquía ante situaciones de conflicto.

Su distribución es la siguiente, de acuerdo a datos obtenidos por ACP en consulta con los indígenas participantes en el proceso: 1) El centro de referencia Tokuko, conformado por la comunidad de Tokuko, que es la de mayor número de familias y 53 comunidades adyacentes más pequeñas; con 628 grupos familiares y una población total aproximada de 2.646 indígenas.  2) El centro de referencia Kasmera, conformado por Kasmera, la comunidad más poblada y 5 comunidades adyacentes; con 241 grupos familiares para una población total aproximada de 732 indígenas. 3) El centro de referencia Toromo, conformado por Toromo, la comunidad más poblada y 19 comunidades adyacentes; con 228 grupos familiares para una población total aproximada de 1.035 indígenas. 4) El centro de referencia Shirapta, conformado por la comunidad de Shirapta, que es la de mayor número de familias y 13 comunidades adyacentes más pequeñas; con 245 grupos familiares y una población aproximada de 1.200 indígenas. 5) El centro de referencia Aroy, conformado por la comunidad de Aroy, que es la de mayor número de familias y 7 comunidades adyacentes más pequeñas, con 95 grupos familiares y una población total aproximada de 442 indígenas 6) El centro de referencia Tinakoa, conformado sólo por la comunidad de Tinakoa, con 26 grupos familiares con un total de 114 indígenas yukpa. Los datos del último censo del año 2011 se aproximan a estos números. 

Los Yukpa son el único grupo étnico de filiación Caribe que reside en el occidente de Venezuela.

Los Yukpa o motilones mansos, conocidos así por el corte de pelo y adjetivados como mansos en contraposición con los Barí, han dejado atrás la vida seminómada y se han hecho sedentarios, se casan a muy corta edad, con matrimonios monogámicos y poligínicos (una sola mujer a la vez, pero varias mujeres a lo largo de la vida).

Sus tradiciones son orales y las consideran sagradas pues es el legado de los ancestros que “les enseñaron a vivir y a convivir”. Las transmiten a través de relatos y mitos. Dan mucha importancia a la transmisión de estas tradiciones de padres a hijos junto con el adiestramiento en habilidades y destrezas indispensables para vivir en su entorno, de padres a hijos.

Actualmente, tanto en su vivienda como en la vestimenta, combinan lo tradicional autóctono (choza de dos aguas hecha de palma, vestido de guayuco) con lo criollo occidental (vivienda rural, vestido occidental).

En cada comunidad, de acuerdo a sus tradiciones, existe un cacique, quien toma las decisiones en representación de su comunidad. Además del cacique, existen otras autoridades (curanderos tradicionales, ancianos, maestros) que son respetados y escuchados en la comunidad.

Para regular el orden interno en cada comunidad se establece un conjunto de normas o leyes orales, sustentadas en sus tradiciones ancestrales y, en sus prácticas cotidianas, recurren a la comunidad para decidir en asambleas lo que es conveniente para garantizar la paz, el orden comunitario y las sanciones por la infracción a las normas consuetudinarias.

La agricultura[2], que incluye tala y quema, sigue siendo su principal actividad de subsistencia, complementada por la caza, la pesca, junto con una ganadería mínima y la cría de aves para el consumo familiar. Tienen una artesanía propia de madera, cestería e hilo. Los excedentes del trabajo los intercambian a través de trueque y comercio normal porque conocen y practican los sistemas monetarios de Venezuela y Colombia.

Su sistema originario de salud tradicional y curativa es practicado por un curandero formado de generación en generación con un don para sanar.

En la vida del pueblo Yukpa era muy importante la espiritualidad, entendida fundamentalmente, como relación cotidiana, casi tangible, del indígena, como persona y como pueblo, con lo transcendente.

Los Yukpa, que son Caribes de filiación, pueblo de mar, durante la conquista de los españoles, escapando de la violencia española de los años de la conquista, se refugiaron en las faldas de la Sierra de Perijá y ocuparon las tierras llanas que conforman la cuenca del río Apón denominado Valle de los Macuayes, asentándose definitivamente en ellas en  el año 1733, cuando se fundó la ciudad Villa del Rosario.

Pero, a partir de 1872, cuando los criollos fundaron la ciudad de Machiques y se apropiaron del Valle de los Macuayes, los Yukpa tuvieron que internarse en la Sierra de Perijá.

En el inicio del siglo XX, decretos de Gobiernos dictatoriales e invasiones de hacendados expropiaron a los indígenas de todas las tierras bajas del piedemonte de la Sierra de Perijá.

En menos de 30 años de norte a sur, todas las tierras bajas del piedemonte de la Sierra de Perijá fueron invadidas por los hacendados y algunos comerciantes de la ciudad de Maracaibo.

En 1931 una expedición de banqueros, hicieron una incursión para estudiar los suelos y se comprobó que aquellas tierras eran adecuadas no sólo para sembrar café, maíz y caña, sino cereales de todas clases. A partir de esa fecha comenzó una nueva reducción al Valle de los Macuayes y se hizo la arremetida final para apropiarse a sangre y fuego de todas las tierras llanas y montañas de la Sierra de Perijá, quedando los yukpa venezolanos reducidos a los seis centros de referencia antes indicados.

Dado su temperamento “manso”, el pueblo Yukpa no reaccionó de manera belicosa frente al despojo de sus tierras así como tampoco reaccionó de manera agresiva contra la presencia de los misioneros católicos capuchinos que, desde el siglo XVIII, se hicieron presentes en estos territorios.



[1] Se reconocen dos (2) grupos básicos entre este pueblo: en Venezuela se les conoce como Yukpa y en Colombia como Yuko. Esta división, que no sólo se da en función de una frontera internacional, también es aceptada por los propios indígenas quienes están muy conscientes de las diferencias físicas, culturales y lingüísticas.

[2] Cultivan, de manera especial: yuca, maíz, plátano, ñame y malanga.


Descripción de los pueblos indígenas Yukpa y Barí de Perijá

Presentamos a continuación algunos datos demográficos, etnográficos e históricos y algunas caracterizaciones culturales generales de los pueblos Yukpa y Barí[1].





[1] En las publicaciones de ACP: “El Pueblo Yukpa dice su propia palabra”; “Las mujeres Yukpa decimos nuestra propia palabra”, El pueblo Barí dice su propia palabra, y Las mujeres Barí decimos nuestra propia palabra”, en estos momentos en preparación para la publicación, hombres y mujeres describen muchos de los rasgos que presentamos a continuación, con tradiciones y costumbres muy detalladas. Los datos que aquí presentamos, además de esa fuente primaria, han sido recogidos en informaciones bibliográficas consultadas por ACP.

Las mujeres Yukpa y Barí decimos nuestra palabra


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Breve Reseña Histórica


A pesar de que, jurídicamente, la Asociación Civil Perijá[1], es de reciente creación, quienes están al frente de la Asociación, dando dirección y sentido al trabajo tienen una larga trayectoria y acrisolada experticia. En efecto, estamos trabajando en estos temas desde el año 2003, cuando el Vicario de Machiques, Monseñor Ramiro Díaz Sánchez, decidió fundar la Oficina de Derechos Humanos del Vicariato sustituyendo la Oficina de Acción Social (OAS) que había funcionado desde el año 1999, bajo la Coordinación del Abogado Joe Luis Castillo (+), se dedicó fundamentalmente a facilitar talleres sobre derechos humanos a los pobladores de las comunidades indígenas.


El cambio de nombre respondía a un cambio de orientación: transitar un camino de posturas de asistencialismo a posturas de exigibilidad de derecho.

En este camino hemos avanzado hasta que, en el año 2008, consideramos todos y todas que ya podíamos pensar en la creación de una organización no gubernamental sostenible, en la que se ha ido dando cabida a otras personas que creen en la propuesta y en la que han decidido integrarse tanto indígenas como no indígenas.

Las personas que integramos la Asociación Civil Perijá (ACP) somos mujeres y hombres de Perijá que hemos recorrido diversos caminos hasta encontrarnos.

Unas somos mujeres profesionales no indígenas de Machiques, “watía” para el pueblo Yukpa, “labagdo” para el pueblo Barí[2], que provenimos de la Oficina de Derechos Humanos del Vicariato Apostólico de Machiques.

Otras somos mujeres y hombres Yukpa y Barí que, de manera notablemente constante, a partir del 2004, hemos ido formando un equipo de trabajo junto con las mujeres no indígenas al servicio de nuestros propios pueblos indios.

En consecuencia, nos constituimos jurídicamente como Asociación Civil Perijá. El Obispo Monseñor Ramiro Díaz Sánchez, como fundador y miembro honorario, cinco mujeres extrañas al mundo indígena como fundadoras y dos hombres y dos mujeres indígenas (una mujer y un hombre Barí - una mujer y un hombre Yukpa) como delegados representantes de los pueblos.



[1] Hacia mitad del  año  2013 haremos una publicación que recoge de manera amplia la historia de nuestra acción, los aprendizajes, los logros, los cambios de posicionamiento político y estratégico que en la dinámica de la reflexión sobre la acción compartida con los pueblos indígenas, lecturas, asesorías de la IAL, hemos ido construyendo: ACP: Una Apuesta por la Reconstitución de los Pueblos Indios de Perijá desde una perspectiva Intercultural.

[2] Watía y Labagdo son palabras que tienen un significado parecido. Watía en lengua Yukpa significa el pueblo no Yukpa, con énfasis sobre todo en lo no indígena. Labagdo en lengua Barí, igualmente, significa el pueblo no Barí, con énfasis especial en lo no indígena. 

miércoles, 2 de febrero de 2011

Los Barí de Perijá

Los indígenas Barí venezolanos[1], también de acuerdo a datos recopilados por ACP (2010) hay alrededor de 805 grupos familiares distribuidos en  trece (13) comunidades ubicadas en la Sierra de Perijá:

o   Cuatro (4) comunidades (Bokshi, Karañakae; Saimadoyi y Bachichida), en las que viven alrededor de 265 grupos familiares con una población aproximada a 990 indígenas barí, ubicadas entre los municipios Machiques de Perijá y los municipios Jesús María Semprún (donde nace la Sierra de Perijá, sector Río de Oro), aisladas, de difícil acceso tanto por caminos de tierra como por agua;

o   Nueve (9) comunidades (Arutatakaee; Girogdoubari; Bakugbarí; Kumandá; Lugdudari; Asogbayi; Senkai; Audoubari; La Campiña), en las que viven 540 grupos familiares con una población aproximada a 2759 indígenas barí,  ubicadas en  la parte baja de la Sierra de Perijá, entre las parroquias Río Negro del municipio Machiques de Perijá y la parroquia Barí del municipio Jesús María Semprún, más accesibles por tierra,  si bien  no todas cercanas de la ciudad de Machiques. La  población aproximada del pueblo Barí es de alrededor de 3749 indígenas.

Los Barí son un grupo étnico de filiación Chibcha, únicos en Venezuela. Se desplazaron desde los Andes colombianos y se asentaron en parte de Colombia y en Venezuela en la Sierra de Perijá (conocida también como Sierra de los Motilones) y riberas del río Catatumbo, ocupando la cuenca del Lago de Maracaibo entre 700 a 400 años antes de la llegada de los europeos al continente americano.

Los  Barí o motilones bravos (motilones por el corte de cabello, bravos por su fiereza) han dejado atrás la vida seminómada y se han hecho sedentarios.

A muy corta edad constituyen su grupo familiar, muy extenso, con matrimonios monogámicos y poligámicos. 
Dentro de cada comunidad administran el trabajo de acuerdo a la edad y sexo.

Los hombres han sido siempre la cabeza del sustento familiar, pues son los encargados de cazar, pescar, sembrar la tierra, cuidar el conuco, construir bohíos (viviendas), cortar las trochas de la selva, hacer los utensilios para cazar y pescar y cualquier trabajo pesado.

Las mujeres se encargan de hacer artesanía (cestas, esteras, telares, faldas, mantos y guayucos), cuidar la casa, cocinar, limpiar y el rol más importante, criar a sus hijos.

Los niños, desde temprana edad, aprenden a usar el arco y la flecha. Cuando saben cazar y pescar son declarados “hombres” para luego, alrededor de los 15 años, ser considerados guerreros diestros en el manejo del arco y la flecha, capaces de sobrevivir por sí solos.

Las niñas, igualmente desde muy temprana edad, ayudan a la madre en actividades caseras, preparándose de este modo para casarse a una temprana edad.

La vivienda tradicional del Barí es el Soaikai comunal, conocido comúnmente como el bohío, con arquitectura ovalada, hecha de bejucos, palma y madera. En el Soaikai, antes, convivían todas las familias de la comunidad, pero en la actualidad su vivienda está constituida por una choza de dos aguas, en la que combinan materiales del mundo occidental (cemento, bloques, zinc) con materiales autóctonos (palma y madera)[3]

Para regular el orden interno en cada comunidad se establece un conjunto de normas o leyes que se originan en sus tradiciones orales. Cuando hay conflictos, la comunidad toma decisiones que el cacique aplica e impone.

La economía barí está basada en el aprovechamiento de los recursos naturales y la preservación del mismo pues los Barí son ecologistas ancestrales, tanto que aún hoy el sistema de cultivos[4], caza y pesca tiene carácter rotatorio, con la finalidad de preservar la tierra y no desgastarla.

Para los Barí, la tierra es la base de su existencia, la vida misma del Pueblo Barí; la cultura no se manifiesta sólo en el conjunto de cosas hechas, sino también en las manos y en la mente de quienes las hacen, en las personas que trabajan, crecen y sueñan.

La medicina tradicional es ejercida por ancianos que, generación tras generación, transfieren conocimientos y prácticas.

Los Barí, de temperamento bravo, son conocidos como un pueblo fiero desde el año 1549 cuando iniciaron una guerra feroz contra los conquistadores que quisieron despojarles de sus tierras. Esta guerra se mantuvo hasta el año 1772  cuando se logró un acuerdo pacífico entre la Gobernación de Maracaibo y, por lo menos, 21 comunidades Barí, gracias a la mediación de los misioneros capuchinos que habían llegado a esas tierras en 1730. Desde 1772 hasta 1813 gran parte de los Barí vivieron bajo el sistema de reducciones, es decir, en pueblos a los que fueron llevados lejos de los colonizadores, pero con la presencia de capuchinos para ser convertidos al catolicismo. Cuando en 1.813 los misioneros españoles tuvieron que salir del país a causa de la Guerra de Independencia, los Barí regresaron al reencuentro de sus hermanos no reducidos que habían quedado en la Sierra.

Allí vivieron casi un siglo en paz, hasta 1906, cuando se inició desde Colombia la explotación petrolera en la línea fronteriza entre Colombia y Venezuela. A partir de entonces, las compañías transnacionales del petróleo, por un lado, y los ganaderos y  latifundistas de Machiques, por otro, hicieron una nueva colonización: arrinconaron a los barí en pequeños territorios e invadieron el resto. Se reinició la guerra. Los barí no dejaron con vida a ningún blanco que penetrara en su territorio. Al final los Barí terminaron derrotados en esta guerra desigual (flechas contra fusiles y aviones) y perdieron dos terceras partes de su territorio que tuvieron que ceder a las compañías mineras y petroleras[5]

En 1960, con el regreso de los Misioneros Capuchinos, los Barí firmaron con los hacendados de Machiques, con la presencia de los misioneros, en Aricuaizá, un acuerdo de no agresión contra los usurpadores de sus tierras. Fue el pacto de la “paz blanca”, como la llamó en 1970 el etnógrafo francés Robert Jaulin. Comenzó de este modo la segunda etapa de la “pacificación barí” a través de la presencia de las misiones católicas de los capuchinos y de las religiosas de la madre Laura. Los barí fueron catequizados y aprendieron el castellano.  




[1] El pueblo barí también está en territorio colombiano.

[2] Este número es muy aproximado, pues  durante el último censo algunas comunidades barí se resistieron a ser censadas.

[3] Últimamente están siendo sustituidas estas viviendas por los modelos construidos por los gobiernos, viviendas campesinas de bloque de cemento.

[4] Sus cultivos principales son ñame, plátano y, sobre todo, piña.

[5] Sobre los Barí que viven en territorio colombiano afirma Hortensia Galvis (1995): Los indígenas barí llegaron a la segunda mitad del siglo XX sin haber tenido influencia de la civilización del blanco. Tuvieron fama de belicosos porque forastero, que ponía el pie en su territorio, nunca salía con vida. Fue el filósofo y antropólogo Bruce Olsson el primer hombre blanco que en 1961 entró en contacto con los barí colombianos. Ninguno antes de 1961 había salido con vida. Bruce Olsson, llamado por los Barí Taigda Yado, muy querido y estimado porque pagó el estudio y la estadía a 400 indígenas que hoy son profesionales y que se encuentran integrados a la selva, les organizó  cooperativas para vender sus cosechas y les dio la posibilidad de ser bilingües y biculturales al hacer la transcripción de la lengua barí en signos castellanos. Esta es la razón, según la autora por la que los barí venezolanos solicitaron a los barí colombianos que les enviaran un anciano para enseñarlos de nuevo a ser barí porque “se les había olvidado cómo ser indígenas” y “las enseñanzas de las monjas los habían dejado en el limbo, convertidos solo en simulacro de civilizados”. Según cuenta la autora, los barí colombianos, viendo la situación de los barí venezolanos, enviaron a un anciano barí colombiano para enseñar a los barí venezolanos a ser de nuevo barí. El anciano, después de intentarlo, reconoce su fracaso: hay cualidades interiores que, cuando se pierden, no pueden ser recuperadas nunca.

Ámbito de Acción


Como ya hemos dicho el ámbito y la opción de la Asociación Civil Perijá son los pueblos Yukpa y Barí de la Sierra de Perijá venezolana. En la actualidad estamos como mayor presencia en tres (3) centros de referencia Yukpa y en dos (2) comunidades Barí.

Los centros de referencia Yukpa son:

El centro de referencia Aroy, conformado por la comunidad de Aroy, que es la de mayor número de familias y 7 comunidades adyacentes más pequeñas, con 95 grupos familiares y una población total aproximada de 442.

El centro de referencia Shirapta, conformado por la comunidad de Shirapta, que es la de mayor número de familias y 13 comunidades adyacentes más pequeñas; con 245 grupos familiares y una población aproximada de 1200.

El centro de referencia Tinakoa, conformado sólo por la comunidad de Tinakoa, con 26 grupos familiares con un total de 114 indígenas Yukpa.

Las comunidades Barí son:

La comunidad de Arutatakaee, la más poblada de la zona baja, en la que viven 104 grupos familiares con una población de 488 indígenas Barí.

La comunidad de Kumanda, en la que viven 42 grupos familiares con una población de 200 personas.

No obstante, el total de la población Yukpa y Barí, sigue convocada a participar como actora. Esta participación consideramos, es la condición para la exigibilidad de sus derechos como pueblos y como personas, y para seguir avanzando en los procesos de reconstitución de los pueblos Yukpa y Barí.




Objetivo General

Contribuir a que los indígenas Yukpa y Barí de Perijá fortalezcan su identidad como pueblos y su capacidad para afirmarse como sujeto jurídico de derechos intrínsecos y mejoren sus condiciones de vida”.

Reflexiones Antropológicas y Jurídicas


Esta reflexión sólo ha sido posible por la escucha continua de la palabra india en las conversaciones sostenidas entre nosotros dentro del Equipo Intercultural para la Reflexión Estratégica (EIRE) y en los  largos diálogos entablados con grupos de personas de los pueblos Yukpa y Barí que han participado en los procesos promovidos para la Reconstitución de sus Pueblos, la atención a asesorías recibidas por el Mag. Abilio López Pérez, las lecturas realizadas por algunas de nosotras y compartidas entre todas,  nos ha permitido clarificar nuestro posicionamiento por los pueblos indígenas de Perijá.


Los pueblos indígenas, en su vividuría o largo vivir y practicar la vida, han construido su mundo de vida, el sentido de vida de pueblo. Esta es la razón primera por la que los pueblos indígenas son pueblos, en sentido antropológicamente pleno: porque han construido desde su espacio y su historia un propio mundo de vida, un sentido propio de vida de pueblo, a partir de la primera práctica de vivir de un modo. Por eso no son ni un grupo humano cualquiera, ni un colectivo como tantos colectivos que existen, ni una minoría de seres extraños a los que asimilar, o débiles a los que proteger, o incapacitados a los que integrar.

En la medida en que, de alguna forma, un pueblo reconoce (o registra en su conciencia), en su ejercicio cotidiano de vivir, una malla compartida de significados provenientes, aunque no tengan conciencia de ello, del sentido original de su mundo de vida, crea una cultura propia. 

Cuando un pueblo descubre que su cultura integra y da coherencia a toda la vida y es distinta a la cultura de otros pueblos con los que se rozan o establecen intercambios, el pueblo descubre su identidad cultural.

En la medida en que un pueblo comprende que la identidad cultural relaciona el presente con el pasado a través de tradiciones y costumbres milenarias[1], cuando comprende que el territorio es un espacio físico imprescindible para la vida y también un espacio simbólico en el que la cultura se produce, reproduce y habita, cuando reconoce que quienes conforman el pueblo tienen un parentesco y una misma sangre pues todos provienen de ancestros comunes, cuando descubren que son poseedores de una lengua que les permite comunicarse de modo inteligible, cuando conciencian que comparten una espiritualidad que les dota de una cosmovisión que les permite interpretar lo que han sido y lo que son hoy, cuando reconocen y aceptan sus propios sistemas de gobiernos, sus sistemas administrativos y jurídicos, sus sistemas económicos y sociales (producción, salud, educación, religión) para garantizar la vida (aunque sólo sean trasmitidos de manera oral o, incluso, sólo en las prácticas aceptadas de sus tradiciones)  como válidos para ordenar la vida del pueblo, y por último cuando, valoran que todo este conjunto es armónico y, a la vez, distinto a los de otros pueblos, un pueblo adquiere su propia identidad étnica[2], es decir, su identidad distintiva, su demarcación como pueblo distinto a los otros pueblos.

La identidad cultural, en consecuencia, se convierte en raíz de identidad étnica y en fuerza para su sostenimiento en el tiempo, en fuente de “resistencia a toda posibilidad de enajenación y presencia constante de acción creadora”.

En la Asociación Civil Perijá, pensamos que así como cualquier ser humano es sujeto de derechos humanos aunque no se reconozca como ser humano, todos los pueblos históricamente constituidos como pueblos, aunque no tengan conciencia de ser tales, son pueblos sujetos de derechos.

Los pueblos indígenas son pueblos porque en su vividuría, desde ella y dentro de ella, se han constituido como pueblos. En ese hecho histórico cultural originario está la fuente del derecho a ser pueblos, a ser reconocidos y respetados como pueblos distintos, a ser distintos como todos los demás pueblos no indígenas tienen el derecho a ser pueblos, a ser reconocidos y respetados como pueblos distintos, a ser distintos de los otros pueblos (DDPI, 2007)[3].

Es un derecho fundamentado en su historia y en el mundo de vida propio de cada pueblo. Fundamento sólo comparable en valor argumentativo que la doctrina jusnaturalista atribuye a la naturaleza humana como fundamento de los derechos humanos (civiles, políticos, culturales, sociales, económicos, entre otros) de las personas singulares.

Los derechos no son concesiones ni de reyes ni de Estado alguno. Este era el pensamiento de la escuela de Salamanca que defendió a los indios de América durante la conquista y colonia, al final de la edad media y primeros años de la era moderna.

Los derechos se tienen porque con los derechos nacemos las personas y los pueblos, aunque no se tenga conciencia de ello. 

El primer derecho, por tanto, es el derecho a ser y vivir como pueblo distinto: a existir como pueblo (DDP,  1976)[4].

Este derecho a ser y vivir como pueblos, como ya hemos dicho, está fundamentado en la historia de cada pueblo. El hecho objetivo de la constitución histórica de cada pueblo es la fuente de este primer derecho.
Es condición indispensable, pero no suficiente. Es necesario hacer valer el derecho primero. Para lo cual son imprescindibles otras dos condiciones que, a la vez, son  tareas y derechos de los pueblos:

o   El auto-reconocimiento como pueblo, es decir, el reconocimiento de su identidad cultural y de su identidad étnica, con frecuencia negadas y obstaculizadas por tantos siglos de aculturación, asimilación e integración. Sin el reconocimiento de la propia identidad indígena (cultural y étnica) el derecho objetivo, queda supeditado a la espera de una concesión de un estado benigno. En este sentido, el auto-reconocimiento como pueblo es una dimensión inalienable para la propia definición de cada pueblo como sujeto de derecho para el ejercicio y exigibilidad del derecho primero a ser y vivir como pueblo, como afirma el convenio 169 de la OIT y la DDPI de la ONU.

o   La auto-identificación entendida como la tarea y el derecho de cada pueblo a definir sus propios miembros, a partir de la conciencia de su identidad indígena, no de sus rasgos fisiológicos raciales. Cualquier intento de identificación que venga desde fuera es incorrecto o incompleto: Sería dejar en manos del Estado la atribución de definir quiénes y cuáles son pueblos indígenas exponiéndose al riesgo de la discrecionalidad y discriminación, como ya ocurrió en Venezuela al final del siglo XIX. A los Estados les corresponde la obligación, de reconocer y respetar la identidad de cada pueblo, no el derecho de definirla. A los pueblos indígenas les corresponde el derecho de la auto-identificación y a cada una de las comunidades la auto-adscripción a un pueblo concreto en base a la conciencia subjetiva de considerarse y sentirse cultural y étnicamente parte del mismo.

El auto-reconocimiento y la auto-identificación son tareas y derechos de cada pueblo. Pero son también condiciones indispensables para la exigibilidad de los derechos intrínsecos que todo pueblo tiene[5].

Después del derecho a la propia identidad cultural y a la propia identidad étnica, nos parece muy importante el derecho intrínseco a la libre determinación de los pueblos indígenas. Es un derecho inherente al mismo hecho de ser pueblo. Es derecho imprescindible e inalienable de los pueblos, como afirmó la DDP, en 1976.

Otro derecho intrínseco muy importante es el derecho al territorio. Un derecho que está consustanciado con el derecho a la vida y vinculado con el derecho a la identidad cultural e identidad étnica de los indígenas como personas y como pueblos. Un territorio, en consecuencia, que no puede ser pensado sólo como un referente geográfico y físico de tierra jurídicamente asignada y demarcada, sino también como un hábitat que, según la definición del Convenio169 de la OIT, es la base material de recursos esenciales para la existencia del pueblo (tierras, aguas, bosques, subsuelo) y fuente de una amplia biodiversidad sobre la cual los pueblos indígenas han constituido sus conocimientos ancestrales y, además, como un referente espiritual, es decir, como un espacio poblado de símbolos, socialmente constituido por cada pueblo donde la cultura se produce y reproduce.

El derecho a la libre determinación dentro de un territorio sobre el que tienen derecho, permite y posibilita la exigibilidad y ejercicio de los demás derechos intrínsecos de los pueblos indígenas:

o   El derecho a definir su sistema de auto-gobierno y mantener sus instituciones políticas, para decidir sobre todas las cuestiones relacionadas con sus asuntos internos y locales, así como a disponer de medios para financiar sus funciones autónomas.
o   El derecho a su propio sistema normativo y actuar de acuerdo a sus propias prácticas jurídicas y administrativas en atención a sus costumbres y tradiciones.
o  El derecho a mantener y autogestionar su sistema económico propio, determinando y elaborando prioridades y estrategias para el ejercicio de su derecho al desarrollo, de  acuerdo a prácticas y actividades productivas tradicionales, al acceso de manera colectiva al uso, aprovechamiento sustentable de los recursos naturales.
o   El derecho a mantener y administrar su propio sistema de salud, ejerciendo el uso de la medicina tradicional y de sus prácticas terapéuticas para la protección, el fomento, la prevención y la restitución de su salud integral.
o   El derecho a autogestionar su propio sistema de educación, manteniendo los modos de socialización propios de cada pueblo y comunidad indígena, para transmitir y renovar los elementos constitutivos de su cultura, así como el ejercicio del derecho a un sistema educativo de carácter intercultural bilingüe.
  • El derecho a vivir de acuerdo a su propio sistema espiritual (cosmovisión, valores), a mantenerlo y transmitirlo y a practicar sus cultos en los lugares sagrados.

Dentro de la Asociación Civil Perijá (como hace la OIT y la ONU), entendemos que los derechos de los pueblos indígenas tienen, en cuanto derecho de pueblos, la fuerza de frenar y limitar cualquier intento de genocidio, extinción, asimilación, integración y dominación de los pueblos indígenas por parte de otros pueblos más fuertes.

Pero también contribuyen, en la medida en que sean respetados, al disfrute pleno de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales reconocidos por la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de Derechos Humanos y la normativa internacional de los derechos humanos, a la que los indígenas tienen derecho, como pueblos y como personas.

La opción de la Asociación Civil Perijá es, a la vez que, una opción por los pueblos indígenas en cuanto sujetos jurídicos de derechos intrínsecos, es una opción por el respeto, vigencia y disfrute de todos los derechos humanos de los indígenas como personas. Derechos como personas, que por ser parte de un pueblo indígena, tienen derecho a vivir en conformidad con su propia identidad cultural de pueblo.







[1] Entendidas en este caso las tradiciones y costumbres en el sentido amplio: conjunto de representaciones, imágenes, saberes teóricos y prácticos, comportamientos, actitudes, entre otros, que un grupo o una sociedad acepta en nombre de la continuidad necesaria entre pasado y presente.

[2] El adjetivo étnica” lo comprendemos en su significado antropológico actual, de distintividad cultural. No en su sentido originario griego, que significaba extraño, extranjero… Ni mucho menos con el significado despectivo con que durante la conquista y colonia los invasores calificaron a los pueblos originarios como extraños y paganos o minorías. 

[3] DDPI: Declaración de Derechos de Pueblos Indígenas, ONU 2007.

[4] DDP: Declaración de Derechos de los Pueblos, ONU 1976.

[5] Preferimos hablar de derechos intrínsecos de pueblos en vez de derechos colectivos. Derechos colectivos tienen muchos colectivos (mujeres, por ejemplo). Los pueblos indígenas no son colectivos, son pueblos.